“A veces uno quisiera ser caníbal, no tanto por el placer de devorar a fulano o a mengano como por el de vomitarlo.” Ésta es una de las miles de afirmaciones y sentencias (aforismos) que refleja el “pensamiento maldito” de Emil Michel Cioran, autor que formó parte de la lista negra de la iglesia durante la dictadura del general Franco en España, al ser considerado blasfemo y contrario a la doctrina cristiana por frases como: “Dios no se haya ya presente, ni siquiera las blasfemias logran reanimarle”. Nacido en Rumania en 1911 y fallecido en Francia en 1995, su obra (más de 15 libros) se caracterizó por la ironía, la originalidad de su estilo aforístico y por su visión sombría y pesimista del mundo. Uno de sus aforismos, que podría ser considerado un resumen de su obra, dice: “la gente me produce asco, tengo asco hasta de mí mismo. Deseo una destrucción completa de todo lo humano, incluidos ellos e incluido yo, ya que no soy especial ni mejor que ellos. Soy una mierda más puesta en este mundo sin mi aprobación.”
“Si lo hubiera sabido, ¡habría abortado!” Éstas fueron las palabras que su madre le dijo cuando Cioran le confesó lo insoportable que encontraba el insomnio. Cioran tenía 20 años. Sin embargo, él no se inmutó. Otro hubiera sufrido un trauma. Por el contrario, años después, al recordar el episodio, escribió que en ese momento “comprendí que mi madre era una mujer inteligente”. Fue así como asumió que él “no era en verdad sino un accidente”, que su vida era producto del azar, la casualidad, y, por lo mismo, no debía tomársela en serio. Por eso se dedicó a escribir para injuriar la vida y para injuriarse así mismo. Para Cioran, la escritura era una terapia, una liberación: “Escribo para no golpearme”, “si no hubiese emborronado papel, me hubiera matado hace mucho”, dijo en una entrevista.
Vivió sus primeros diez años en el campo, caminando al aire libre y hablando con los campesinos. Su primera experiencia del tedio la tuvo a los 5 años. La del insomnio llegó a los 20. En esas horas sin poder dormir, salía a las tres de la mañana a caminar por el pueblo. Fue el insomnio lo que lo alejó de la filosofía, pues ésta no le servía para soportar la vida. De la filosofía dijo que era como la prostitución: “una academia ambulante de sabiduría, al margen de la sociedad” y de los filósofos que: “un animal puede ser incluso más profundo que un filósofo”. Debido al insomnio confesó años después que: “Por eso he despreciado siempre a la gente que puede dormir.” El insomnio fue constitutivo de su pensamiento. De él extrajo la visión sombría sobre todo, una visión que expuso En las cimas de la desesperación, su primer libro, escrito cuando sólo tenía 22 años. Lo que siguió después fue una permanente afrenta a la vida, el hombre, Dios y la historia. Los títulos de sus libros así lo ratifican: Breviario de podredumbre, Del inconveniente de haber nacido, Este maldito yo, Desgarradura, Silogismos de la amargura, El aciago demiurgo, entre otros.
Desde 1937 Cioran se radicó en Francia, pues “si hay que fracasar en la vida, mejor hacerlo en París que en otro sitio”. Allí vivó 25 años en un hotel, recorrió 10 años Francia en bicicleta y asistió a reuniones sociales con el objetivo exclusivo de beber Whisky. Siempre vivió de becas. En Francia conoció a Albert Camus y a Sartre. De éste último dijo que era un “Napoleón del pensamiento”, “un empresario de ideas” y “un hombrecillo de vida e ideas patéticas”. Cioran dejó una obra voluminosa, algo que él mismo, amante de la pasividad y la inacción, pues recomendaba no hacer absolutamente nada, no comprendió. A partir de 1987 no volvió a escribir nada, pues, según dijo, ya estaba cansado de “calumniar al universo”.
Para Cioran la vida misma es una anormalidad, una calamidad de donde partió toda la basura existente. La vida debió limitarse sólo al reino vegetal. El hombre fue un virus extraño en la naturaleza, que apareció para contaminar el paisaje: “el hombre es el cáncer de la tierra”. El nacimiento es la puerta al sufrimiento, la ventana al hastío, la imposición de enfrentar la existencia: “¿Qué pecado has cometido para nacer, que crimen para existir?” Por eso para el rumano el suicidio era una idea positiva, pues no había nada más reconfortante y liberador que saber que uno podía matarse en cualquier momento, incluso recomendó que “se diga a los niños en la escuela: Mirad, no os desespereís, podeís mataros cuando queráis.”
Para Cioran, la vida y la historia no tenían sentido en sí mismas. La historia no era más que la carrera del mal, “la estupidez puesta en marcha”, el producto del deseo, de los demonios interiores y de todos los desvaríos humanos. Por eso desechó la utopía. No hay que creer en mundos felices y mucho menos en revoluciones o redentores. No hay opción ni esperanza, todo está perdido. El mundo no necesita profetas, ellos son nocivos: “En todo hombre dormita un profeta, y cuando se despierta hay un poco más de mal en el mundo.” En este sentido, la catástrofe humana es inevitable, ya que “el hombre nació para vivir como los animales...y se lanzó a una aventura que no es natural, es extraña...pero esta aventura del hombre es anormal, se vuelve necesariamente contra él. El hombre, que es, a pesar de todo, un animal genial, tiene el destino del tipo que se lanza a algo fantástico, pero paga las consecuencias que de ello se derivan, porque es demasiado excepcional para que la cosa acabe bien”, “El hombre empezó con el pie izquierdo. El percance en el paraíso fue la primera consecuencia. Lo que sigue era obvio.”
El estudio de la historia humana llevó a Cioran al pesimismo total sobre nuestro destino como especie. Ni siquiera Dios puede salvarnos. Por eso dictaminó algo que filósofos como Danilo Cruz Vélez y Darío Botero Uribe en Colombia han llamado la decadencia de la cultura occidental. Dijo Cioran en 1989: “Hitler precipitó la decadencia de Europa. Sin Hitler, Europa habría podido reinar durante algunos siglos. Después de él, Europa no puede ser un centro intelectual y artístico. Para el futuro, Europa es de segundo orden. Creo más en el futuro de la América Latina que en el de Europa. Aunque sus regímenes sean espantosos, allí hay vitalidad. Esos pueblos no están gastados. Aquí, Europa se ha autodestruido. Hitler precipitó la catástrofe.”
Cioran no dio ninguna formula de salvación, ningún remedio. Hoy, frente a la contaminación ambiental, la lucha contra el terrorismo, la pobreza y la miseria reinantes en el mundo y la locura de la actual carrera atómica, tal vez podamos decir con él que “nuestro destino es pudrirnos con los continentes y las estrellas...”.
Por: Damián Pachón. Filósofo